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“Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. –Marcos 6, 31
Jesús hacía esto siempre, según los Evangelios. Después de un día completo de trabajo por el Reino, tomaba el tiempo para escapar al desierto, a una montaña, cerca del agua o a la casa de sus amigos. Jesús no trabajaba hasta la muerte. Esta llegó por otros medios. Jesús eligió una vida de equilibrio: comunidad y soledad, ayuno y fiesta, oración y predicación, ofreciéndose a la multitud y también a la siesta en el fondo del bote de su amigo.
Cuando los discípulos terminaban un día de predicación, curación y exorcismo de demonios, Jesús los invitaba a disfrutar un descanso reconfortante. Pero así como Jesús no era riguroso sobre su ministerio, tampoco era inflexible sobre su descanso. A pesar de sus esfuerzos por guardar el sábado, la necesidad de la multitud excedía el cansancio personal. La compasión nunca toma un descanso.
¿Cuándo has recibido algo extra de otra persona por compasión?
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