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Pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban. –Marcos 7, 36
Tómese un momento para apreciar la ironía. Primero, Jesús sana a un hombre que no puede oír ni hablar. Entonces Jesús le ordena que no hable, pero el hombre parece no escucharlo. Él no puede mantener la boca cerrada por lo que acaba de pasar. ¿Podría usted hacerlo?
La pregunta más profunda, por supuesto, es: ¿Por qué no querría Jesús que todos supieran que podía hacer cosas como esta? ¿No es bueno para el negocio, por así decirlo, que todos sepan que es lo suficientemente poderoso como para practicar tal curación? Si bien no hay nada de malo con un poco de publicidad cuando se trata de la verdad, a menudo también es cuestión de tiempo.
De manera similar, Jesús elige mantener en secreto la visión de la Transfiguración y prefiere enseñarles a los discípulos muchas lecciones después de la Resurrección, pues no estaban preparados para recibirlas antes. A veces tenemos buenos consejos para darles a nuestros seres queridos; pero no están listos para escucharnos.
¿En qué ocasiones la verdad ha sido real, pero el momento equivocado?
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