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“No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes”. –Juan 14, 18
Jesús no abandona su Iglesia. Sin embargo, algunos representantes cristianos, padres, maestros, sacerdotes y hasta obispos, hablan como si algunos de los hijos de Dios fueran más amados que otros, o como si algunos fueran ignorados por su Padre. Es vital recordar que Jesús no deja huérfanos. En nuestra comunidad no pueden existir lugares para miembros “indeseables”. La trágicamente injusta era de la discriminación racial en las asambleas ya se acabó, gracias a Dios. No debemos reemplazar ese triste legado con una nueva forma de segregación basada en lenguaje, política, economía, sexualidad, pureza teológica o cualquier otro factor que nos divida.
Jesús dice: “Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él” (Juan 14, 21). Este es una declaración maravillosamente simple. Ama a Dios, ningún otro criterio nos hace elegibles para asistir a la asamblea de Dios.
¿Cómo provee tu parroquia una atmósfera incluyente?
¿Cómo muestras que “todos somos bienvenidos en este lugar”?
Oremos… ¡Aleluya! ¡Jesús Resucitó! La Iglesia se emociona con este mensaje de consolación y esperanza. Las limitaciones del pecado y la muerte no nos mantienen prisioneros. Señor de vida, te alabamos por la confianza que nos das para mover cada montaña en servicio tuyo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Debido a que El Evangelio en el hogar hace una pausa durante los meses del Verano, tomaremos nuestras reflexiones semanales de Para meditar las lecturas dominicales.
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