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El año pasado realicé una peregrinación a Tierra Santa y tuve la fortuna de visitar el lugar en el que Jesús multiplicó los panes y los peces. Este lugar, llamado Tabgha, se encuentra al pie del Monte de las Bienaventuranzas en la costa del Mar de Galilea. En este lugar Jesús se apareció por tercera vez a los discípulos después de la Resurrección cuando les preparó la comida y le dio a San Pedro el encargo de ser el líder de la Iglesia. El mosaico que se muestra en la parte de arriba es una parte del piso cerca del altar en la Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces.
Jesús se preocupa por alimentarnos. Él llama a pescadores a ser sus apóstoles, y luego los alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la última Cena. Él alimentó a una multitud hambrienta de “unos cinco mil hombres” (Mateo14, 21) con solamente cinco panes y dos pescados, y al final, con los pedazos que sobraron llenaron doce canastos. Jesús nos alimenta con el “pan de vida eterna y el cáliz de eterna salvación” en la Misa (Misal Romano, Plegaria Eucarística I).
Jesús se preocupa de alimentar nuestra hambre física y espiritual. Él nos da lo mejor: su propia carne y sangre en la Sagrada Comunión. Con la abundancia de la generosidad y poder de Dios, la hostia y el vino se multiplican exponencialmente para satisfacernos con el amor de Dios.
Traducción: Erika De Urquidi
Imagen: Brigitte CAVANAGH/CIRIC