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Para muchas personas, los abuelitos y otras personas mayores han tenido un papel muy importante en su vida de fe. Para mí, mi abuela fue la que me enseñó la mayoría de las oraciones y devociones de la Iglesia. Gracias a ella me sé de memoria toda la Letanía del Santísimo Rosario desde que era pequeña. Ella solía arrodillarse junto a mí después de comulgar y susurraba en mi oído la Anima Christi, que continúa siendo la primera oración que rezo después de recibir la Eucaristía en Misa. Sin duda, ella fue un modelo de fe y confianza en Dios hasta el día en que murió a los 94 años de edad.
En ocasiones, la vida se vuelve tan atareada que nos olvidamos de los que nos han enseñado tanto y todavía tienen mucho que compartir con nosotros. En su homilía para el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Mayores el 1.o de junio, el Papa León dijo: “En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien”.
La Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores el 27 de julio, el domingo más próximo a la festividad de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús (26 de julio). El tema de la celebración de 2025 es “Feliz el que no ve desvanecer su esperanza”. Estas palabras del Libro de Sirácides (14, 2) expresan la bienaventuranza de los ancianos y destacan su esperanza en el Señor. Lea el mensaje del Papa León aquí.
Que inundemos de amor los corazones de los ancianos a nuestro alrededor, para que puedan experimentar la ternura del amor de Dios en su vida. Amén.
Imagen: Erika De Urquidi
