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“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. –Mateo 28, 18
Entre los pasajes magníficos del Nuevo Testamento se encuentra el himno en la carta de Pablo a los filipenses. Se describe a Jesucristo como aquel que entrega la igualdad con Dios a favor de compartir la humanidad con nosotros. Es un intercambio impresionante. ¿Quién lo haría, sino solo Dios?
Sin embargo, aquí al final del Evangelio de Mateo, al otro lado de la tumba vacía, Jesús regresa con sus discípulos para decirles que todo el poder le ha sido restaurado. El que una vez se vació y se inclinó como un esclavo, ahora ha sido elevado al lugar más alto. Jesús se ha convertido en la demostración de su propia enseñanza. El manso hereda la tierra, el humilde supera al más rico, y el paria despreciado ahora gobierna a los reyes del mundo. En nuestro ciclo de noticias más sombrío, hay consuelo en saber que ningún nombre es más grande que Jesús. Aún mejor es la revelación de que Jesús permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos: tu tiempo, el mío y el de todos. Conocemos a muchas personas que piensan que están a cargo. Solo una autoridad es digna de ese reclamo.
El poder es un atributo de Dios, pero las autoridades terrenales también ejercen una gran cantidad. ¿Cómo usas el poder que está en tus manos?
Imagen: Good News Productions and College Press Publishing